Derechos para los animales

Iniciado por lolo, Jun 16, 2024, 10:19 AM

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La experimentación científica que se basa en modelos animales es uno de los temas más conflictivos que corresponden al debate bioético. La llamada propuesta de las tres erres es, en la actualidad, la más aceptada dentro de la comunidad científica internacional.

La utilización de animales dentro del ámbito de la experimentación científica que tiene por objeto comprobar la eficacia y la eficiencia, en términos terapéuticos, de nuevas sustancias o nuevos compuestos químicos, potenciales medicamentos, así como también su grado de toxicidad, plantea serios dilemas éticos que integran la amplia lista de temas sobre los que debe deliberar, y expedirse, la disciplina denominada bioética, cuyo trabajo es estudiar los aspectos éticos de la medicina y la biología en general.

El papel que la experimentación con animales ha desempañado y desempeña dentro de la investigación biomédica es fundamental. El avance de esta última depende en gran medida de la posibilidad de testear sus productos en modelos animales que aportan la posibilidad de hacer las pruebas sin poner en riesgo la vida y la integridad de los seres humanos.

Sin embargo, la crueldad que en algunos casos alcanzan estos experimentos ha dado lugar al cuestionamiento de la utilización de los animales modelos, cuestionamiento que proviene tanto desde dentro como desde afuera de la comunidad científica.

Abarcan un amplio abanico de posturas, que incluye tanto a aquellos que se oponen tajantemente a la utilización de animales en experimentos científicos (en general, son las organizaciones de tipo ecologista o de defensa de los animales, llamadas antivivisección), como a los que pretenden que los experimentos se realicen de acuerdo a normas que eviten el sufrimiento y las muertes innecesarias de los animales o los que plantean la necesidad de buscar modelos alternativos de experimentación a los animales (estas últimas dos posturas son más acordes con los mismos miembros de la comunidad científica).

Las tres erres

La idea de suprimir progresivamente el uso que se hace de los animales con fines experimentales comenzó a tomar forma en 1959. Ese año, Russell y Burch hacen pública su propuesta, conocida como la propuesta de las tres erres: por reducción, refinamiento y reemplazo. Cada uno de estos términos hace alusión a un requisito que la experimentación científica debe cumplir.

En primer lugar, reducir el número de ejemplares animales utilizados en cada experimento en particular; luego, refinar las técnicas de experimentación de modo tal que sea posible evitar todo aquel dolor o sufrimiento que sea innecesario a los fines últimos del ensayo científico; y por último, reemplazar el uso de los animales vertebrados vivos y conscientes por otros métodos o modelos de experimentación alternativos.

Es con estas claras metas que, diez años después, en 1969, se crea en Inglaterra la Fundación para el Reemplazo de Animales en Experimentos Médicos (FRAME, en inglés). Según Harlan Miller, autor del libro Ética y Animales, estos movimientos antivivisección y de defensa de los derechos de los animales adquirieron consistencia en la década de los años 70, gracias al incremento de la evidencia científica que permitió confirmar la hipótesis ya adelantada años antes por Russell y Burch de que la experiencia del dolor y el sufrimiento es común a todos los animales vertebrados.

Miller destaca la presencia de otros dos factores que también estimularon el debate bioético: el desarrollo de las ciencias del comportamiento, que caracterizaron al ser humano como una especie animal más, y el avance de los movimientos ecologistas y ambientalistas, que subrayaron la interdependencia del hombre con los demás integrantes de la escala zoológica.

Más tarde, ya entrada la década de los ochenta, la puesta a punto de las técnicas de cultivo celular finalmente hicieron realidad la posibilidad de contar con aquellos modelos de experimentación alternativos con los que soñaban Russell y Burch treinta años atrás.

Paralelamente, el accionar de los grupos antivivisección se radicalizó cuando un gran número de experimentos con animales cuyos fines no eran estrictamente médicos tomó estado público. Pues si para muchos el avance de la medicina justificaba el sufrimiento y la muerte de animales en los laboratorios, la revelación de que gran parte de estas víctimas eran utilizadas para testear cosméticos y nuevos armamentos terminó de complicar la situación. En su libro Speciesism in the Laboratory, Richard Ryder narra cómo los atentados de los grupos antivivisección tensaron el debate bioético en torno a la utilización de animales para experimentación.

Se materializa el debate bioético

Durante la década de los noventa, algunos países tomaron la propuesta de las i>tres erres, por lo que lograron reducir el número de animales utilizados en sus laboratorios, todo gracias al desarrollo y a la diversificación de métodos o modelos de experimentación alternativos, como son los cultivos de tejidos o los modelos biológicos computarizados. A modo de ejemplo, en 1996 se realizaron en Inglaterra tres millones de experimentos con modelos animales, dos millones y medio menos que en 1974.

En 1988, tan sólo el número de procedimientos con modelos animales realizados por la industria cosmética inglesa ascendía a 17.500, número que pudo ser reducido a 2.500 para 1996.

Esto fue posible en gran parte debido a que el debate bioético en torno de la utilización de modelos animales dentro de la experimentación biomédica se materializó, en muchos países europeos, principalmente, en marcos legales que regulan estos aspectos de la experimentación científica.

Quizás los más avanzados sean el de Suiza, que prohíbe en forma explícita el uso de ratones en ciertos procedimiento extremadamente crueles, y el de Alemania, país que ha privado a la industria cosmética de la posibilidad de testear sus productos en modelos animales.

Otra forma de reducir el número de animales que se emplea en la investigación biomédica es que los laboratorios cuenten con personal especializado en su manejo, acota la doctora Berta Kaplun, directora de la Carrera de Técnico en Bioterio de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. El trato más humano optimiza los resultados y permite reducir a la décima parte la cantidad de animales que un investigador necesita, pues reduce el stress animal que altera los parámetros bioquímicos de la investigación.